Los cuadernos de abril
2016 : Crónicas de la Ascensión
Crónicas de los
Melchisédech : El masculino sagrado
Hermano
M : La
Evidencia
Hermanos y hermanas humanos, en
el corazón y en la carne, vengo a expresarme con vosotros. Si necesitáis
nombrarme, llamadme Hermano M. Mi identidad pasada no necesita ser desvelada,
sabed simplemente que mi última vida fue en el siglo XIX en la India, y que
viví según el Advaita Vedanta, el Absoluto, el Último, el Parabrahman.
Hoy mi conciencia se presta al
juego de los Melchisédech. Como Melchisédech de la Tierra y portador del Fuego
de la Tierra, vengo, por la Presencia y vuestra Presencia aquí y en cualquier
parte, a hablaros del Último.
No volveré sobre lo que dijo Bidi
durante su fase de enseñanza y de testimonio. Vengo sobre todo para resituar el
Último en estos precisos tiempos de la Tierra que actualmente vivís.
Como tal vez lo sabéis, o lo
vivís, todo lo que puede ser dicho del Absoluto sólo es un pálido reflejo de lo
que realmente es para una conciencia apagándose, no en la inconsciencia sino en
la a-consciencia.
El Último pone fin al tiempo, al
sufrimiento, a las ilusiones. La única cosa que es verídica, en cualquier
conciencia, es el principio y la vivencia de la no dualidad en esta carne donde
todavía estáis, como en cualquier parte.
El Último no es el fin de una
historia, o de vuestra historia, sino que es realmente y concretamente el
sobrepasar cualquier noción de historia y de dimensión. Determinados conceptos,
determinadas palabras y determinadas vibraciones os permitieron quizás, durante
estos años o desde hace más tiempo, encontraros tal vez confrontados o haberos
acercado al umbral de vuestra desaparición de la Ilusión. Fue llamado de
diferentes maneras. Si me permitís, me quedaré con « el Corazón del Corazón »,
que parece ser accesible a cualquier persona, a cualquier hermano, sea cual sea
su origen y sea cual sea lo que quede de creencias o de experiencias.
El Último pone fin en vosotros a
los conceptos, a las percepciones, a los sentimientos, al alma. El Último es
aquello en lo que se apoya la Luz, todo esto lo sabéis. En la vivencia del
Último no permanece nada, todo lo que era anterior es quemado en el Fuego del
Amor y el fuego de vuestra carne.
El Último no conoce ni el tiempo,
ni el espacio, ni las dimensiones, a la vez que reconoce sus existencias pero
también su futilidad. El Último no es un fin en sí, ni una realización, ni el
objetivo de una búsqueda. Es la aparición, o más bien la reaparición de la
Verdad desnuda. Cualquier creación sólo puede existir y manifestarse si se
apoya de manera indeleble y permanente en lo que está al origen de la Luz. Al
principio era el Verbo, Jesús dijo: « Soy el Alfa y la Omega ».
Cuando la conciencia parece
expandirse hasta la puerta, aparente y no real ella también, del Último, vais a
encontraros ante el llamado « gran umbral », donde se van a proyectar el
conjunto de vuestras creencias, vuestros remanentes llamados « kármicos »,
vuestro auto-juicio, no de una vida sino del conjunto de las vidas pasadas en este
mundo.
En este gran umbral que nombráis
el Corazón del Corazón, y que se traduce por la Infinita Presencia o la Última
Presencia, se ve la Verdad. No es vista ni con los ojos, ni con unas formas, ni
por ningunas percepciones sean cuales sean. El Último se vuelve entonces y es,
la Evidencia, hasta diría la única evidencia, poniendo fin a la dualidad,
poniendo fin a la duda que se expresa a través de la manifestación de la
conciencia en vuestro plano.
Al Último no le importa nada los
marcos de referencia, los yogas. Sólo el Último es la verdadera Vida, que está
al principio y al fin, sin poder no obstante diferenciar el principio del fin.
Soy el Alfa y la Omega, soy la Omega y el Alfa: el Ouroboros.
En el Último no puede existir
otra cosa que la Evidencia - evidencia de la Gracia, evidencia del Amor -
vivida desde el interior, sin movimientos de la conciencia y sin experiencias.
Pasáis entonces de la manifestación a la Esencia, y en la Esencia no puede
haber otra cosa que esta evidencia: todo es Uno. Todo viene de ahí y todo
vuelve ahí, con unos aparentes movimientos que parecen realizarse en
dimensiones y en tiempos que parecen permitir unas experiencias hasta el
infinito, de manera libre o de manera limitada, como en esta tierra que hemos
pisado.
En el Último, hay una embriaguez
del Amor que pone fin a todos los mitos y a toda separación, que pone fin a
toda pregunta, y que se vuelve entonces la fuente donde mana la Vida, lo que es
nombrado, creo, en la terminología empleada por los Ancianos que os hablaron,
el 13º cuerpo o la Fuente de Cristal, nombrada también Vajra. Este punto de
conciencia localizado por encima de vuestra cabeza es la representación, a
falta de una palabra mejor, del Último, apoyándose en el Corazón del Corazón
para fecundar en cierto modo el conjunto de los niveles de vuestra conciencia.
El Último no os quita nada, sino
que no os identifica al sufrimiento, no os identifica al hecho de querer hacer
el bien, de progresar, de evolucionar. En el Último no puede haber ninguna
evolución, ninguna transformación - todo es perfecto. No hay ni sombra ni Luz,
no hay ni forma ni no-forma, sólo está esto. Y este « sólo está esto » borra y
trasciende todo el resto. Ningún concepto, ninguna forma, ningún mundo puede
sustraerse a ello, puede negarlo, aunque la Gracia del Amor puede llevaros a
preferir la experiencia, no como una elección exclusiva sino que más inclusiva.
El Último no conoce ni masculino
ni femenino, sagrado o profano. En el Último no sois nada en la superficie de
este mundo, y sois plenamente todo en el seno de la conciencia. El Último no
necesita ni conceptos ni palabras. Puede expresarse en poesías, puede
expresarse en vibraciones, pero en cuanto es expresado, ya no es el Último, es
la manifestación del Último.
El Último es todas las
manifestaciones y al mismo tiempo ninguna de las manifestaciones. Todas las
formas y todas las no-formas. Todas las dimensiones y todas las esferas de
experiencia, donde sin embargo nada puede ser separado, ni dividido, ni
quitado.
El Último es una forma de éxtasis
que sobrepasa de lejos las manifestaciones extáticas o las manifestaciones
místicas de la naturaleza que sea. En el Último, como dije, hay Evidencia, y
esta Evidencia no sufre ni comparación, ni discusiones, ni tergiversaciones. No
puede haber la menor hesitación, sea cual sea vuestra vida en esta tierra. No
estáis más identificados a vuestro cuerpo, ni a vuestros pensamientos, ni a las
emociones, ni a ninguna dimensión, ni a ningún linaje estelar, ni siquiera a
ningún origen estelar.
El Último no conoce siquiera el
significado de la distancia o de la separación. Al Último no le atañe el
nacimiento y la muerte de este cuerpo, tampoco el nacimiento de este mundo y la
muerte de este mundo. Es a la vez Evidencia, lo digo y lo repito, y al mismo tiempo
plenitud y vacuidad.
Es también un momento, en el
corazón del Corazón, donde la conciencia ya no necesita ser localizada en nada.
La conciencia, en ese momento, no depende de ningún tiempo ni de ningún
espacio, ni de ninguna vida. Esta Evidencia que se revela no puede ser
discutida dentro de sí, ni sopesada, ni amplificada. Está o no está el Último,
y no puede haber nunca la menor duda entre lo que es y lo que no es, porque el
uno como el otro sólo son unos juegos de la conciencia.
El Último se acomoda con todos
los bailes, con todas las felicidades como con todas las desgracias, no sólo
con indiferencia sino que sobre todo con transmutación. No hay ningún esfuerzo
posible en el Último.
Las circunstancias particulares
de la Tierra, la Liberación de la Tierra tal como se vivió hace cinco años,
conduce inexorablemente al Último, de diferentes maneras, y esto lo sabéis, a
través de la asignación vibral, el vuelco o no del alma, su disolución o no.
El Último es a la vez Presencia
total y Ausencia total. No podéis ser definidos ni por la Presencia ni por la
Ausencia. No podéis ser definidos por nada, porque no existe ninguna
definición, y ninguna palabra y ningún verbo es lo bastante fuerte para
traducirlo.
Incluso el Amor y la Luz aparecen
como unas emanaciones del Último. No puede existir pues ninguna búsqueda de
Luz, ni ninguna búsqueda en el seno del Último. Está a la vez la Presencia y la
Ausencia, está a la vez la disolución, la desaparición, y el Amor. Nada se
mueve, y sin embargo todo es visto en movimiento.
Nada puede pararse y sin embargo
todo está fijo; todo está lleno y todo está vacío, ya no tiene sentido. Nada de
hecho, en el seno del Último puede tener sentido y tener significado.
Vivir el Último ya no permite la
más minima historia, a la vez que permite toda experiencia y toda creación.
Pero el Último no crea nada, impulsa.
En el Último hay Amor, pero este
Amor no puede ser definido como « condicionado » o « incondicionado ».
Nada puede ser visto, al mismo tiempo que todo es visto, sin problema alguno.
En el Último, la claridad de la conciencia antes de desaparecer es tal que
sabéis en ese momento que nunca os habéis ido y que no necesitáis llegar, que
nunca nada se ha movido realmente, que el Amor siempre ha estado ahí. La
certeza de que vuestro cuerpo sólo pasa os quita definitivamente el miedo del
devenir de este cuerpo. Mañana no existe, ayer tampoco, incluso el instante
presente no quiere decir gran cosa. Presencia y Ausencia se conjugan, el cielo
y la Tierra se conjugan también.
El Último es pues todas las
respuestas, incluso sin preguntas, pero estas respuestas no están destinadas a
alimentar ninguna historia o algún conocimiento. El Último es el único
conocimiento que no necesita ningún calificativo, ninguna definición.
En el Último todo está incluido y
todo está excluido, de lo que podéis conocer o experimentar. Bidi comparó a
menudo el Absoluto con el sueño, explicando el paso entre los dos con lo que
había nombrado Turiya. No podéis aprehender el Último, no es posible. No podéis
controlarlo, porque no puede controlar nada.
En el Último está la Evidencia y
la certeza inquebrantable que es la única verdad y que todo el resto, el bien,
el mal, la vida en este mundo, no es la verdadera Vida. Pero ni la verdadera
Vida, ni la vida en este mundo son reales. El conjunto de las manifestaciones,
en la conciencia que sea y en el plano que sea, sólo son unos juegos, vividos
en total libertad.
El Absoluto se reconoce tanto en
un grano de arena como en una super-gigante roja, y sabe sin embargo que todo
esto no es nada. Esta Evidencia no puede aparecer y desaparecer, porque siempre
está ahí. Digáis lo que digáis, hagáis lo que hagáis, ocurra lo que os ocurra,
el Último proporciona la Paz definitiva de la conciencia, diga lo que diga el
cuerpo, o lo que puedan expresar la mente o las emociones.
Mientras consideráis - y esto
también fue explicado por Bidi - que el Último es un meta que hay que conseguir
o que hay que conquistar, no podéis vivirlo, sólo podéis jugar a buscarlo pero
nunca lo encontraréis.
En el Último no queda ningún
juego de la conciencia, la mejor palabra ha sido dada por Bidi, es la
a-consciencia.
Ser el Último es también dejar de
adherirse a la creencia que sea, a la palabra que sea o a la experiencia que
sea.
En el Último no puede haber
ninguna duda, y tampoco os dejáis engañar por nada, pero no rechazáis nada
mientras conserváis este cuerpo.
En el Último, por supuesto, no
pueden existir la menor autoridad, la menor jerarquía, el menor ángel o el
menor Arcángel, y sin embargo están todos ahí. Diría que el Último es la total
trascendencia de cualquier forma y la manifestación del amor. El Amor está por
todas partes, es la Vida, y esta Vida no viene de la muerte sino de lo que no
está vivo, porque es todas las vidas.
En el Último no podéis adheriros
a ninguna experiencia. La conciencia, en cierto modo, no puede engancharse a
ninguna vertiente, ni a ninguna manifestación, sólo puede apagarse con el fin
de disfrutar de todas las conciencias, y ser cada una de las conciencias. En el
Último no hay ningún particularismo, de la misma manera que no puede existir el
menor límite, la menor barrera ni la menor conciencia.
Desde el punto de vista del ego,
lo sabéis, se llama la nada, y para el ego espiritual, podría llamarse la Luz Negra.
Pero el Último no es una luz y todavía menos un color, mientras que es todos
los colores. Desde el punto de vista de lo que es limitado - la vida en este
mundo, como el alma-, podría aparentarse a la nada, lo que por ejemplo vuestros
astrofísicos llaman los agujeros negros. Pero la palabra más importante es la
Evidencia, esta Evidencia que no puede apoyarse en ningún concepto, en ninguna
idea, en ninguna experiencia.
La no-dualidad no es solamente
salir de la dualidad para volver a la Unidad, ya que el Último contiene tanto
la dualidad como la no-dualidad. En el Último nada puede ser medido, nada puede
ser referenciado.
En el Último está el Silencio
pero están también todos los ruidos, los universos en gestación, los universos
aparentes, los universos en desaparición, sin que esto cambie en nada al
Último.
Así que en vuestras vidas, en
estos tiempos de la Tierra, en la carne, el Último se traduce por esta vacuidad
y por esta plenitud, por esta Evidencia, por una especie de aparente
indiferencia donde en definitiva nada es indiferente pero nada puede
imprimirse, etiquetarse. El Último podría ser de alguna manera la base y el
soporte de la conciencia pero es también, en el seno de la a-consciencia, todas
las conciencias - sin, no obstante, como lo dije, el menor particularismo.
Muchas Estrellas, muchos Ancianos
os comunicaron antes que yo, su experiencia vivida, sobre todo me parece que
las hermanas Estrellas. Cada una de ellas os expresó su historia y la manera de
como sucedió el fin de la historia, el fin de la persona, que esto pase por la
muerte o que pase por el éxtasis del samadhi.
El Último implica una pérdida
total de continuidad de la vida, poniendo fin a la discontinuidad de la
aparición y de la desaparición de la conciencia, inscrita entre el nacimiento y
la muerte desde este plano, entre el nacimiento del alma y la muerte del alma
desde los planos espirituales.
El Espíritu del Sol, o la matriz
Crística si preferís, es un tapizado donde parece construirse el Absoluto, que
de hecho sólo aparece porque siempre ha estado ahí y nunca puede desaparecer, e
implica vuestra propia desaparición.
Ver el Corazón del Corazón y el
conjunto de los posibles, os libera definitivamente, no sólo del miedo a la
muerte sino del miedo al sufrimiento, del miedo a la pérdida, de cualquier
miedo. El Último no puede permitir, cuando es vivido, que resurja el miedo.
En el Último no hay ningún error,
porque ya todo se ha cumplido, todo es perfecto. No hay ni bien ni mal, sólo
está el juego de la conciencia.
En este mundo encarnado, el
Último no es un fin. El fin es la Libertad y la Liberación, es decir
restablecer la comunicación y la comunión con lo que os fue quitado por la
apariencia de las creencias y la apariencia de las fuerzas gravitacionales.
El concepto último, si puedo
decirlo así, es verdaderamente esta palabra Evidencia, porque la Evidencia del
Amor, de la Luz, del Último, de la conciencia, pone fin de manera abrupta a las
resistencias, a los juegos de la conciencia, aquí y en cualquier parte. Pero en
ningún caso podéis considerarlo una finalidad, si no, siempre se escabullirá de
vosotros. No hay ninguna otra manera - y fue expresado durante estas Crónicas -
que de vivir el Absoluto consagrando y viviendo al mismo tiempo la
consagración, nombrado creo en Occidente y en la tradición católica o
cristiana, el último sacramento.
El Último no puede hacer ninguna
diferencia entre lo vivo y lo muerto. Os colma de Gracia, os da a vivir el don
de la Gracia, el estado de Gracia, aquí mismo en esta carne. Pero incluso esto
es visto por lo que es: un juego de la conciencia. Muchas referencias os fueron
dadas y se darán durante estas Crónicas de los Melchisédech, con respecto a
determinadas palabras - algunas fueron dadas y explicadas. No he encontrado una
palabra mejor que « Evidencia » para el Absoluto. Ni las palabras Amor y Luz se
adecuan, tampoco la palabra Cristo. Como os dije, el Último está más allá de
cualquier concepto, de cualquier forma y de cualquier no-forma, como de
cualquier tiempo y de cualquier espacio.
Es este Último que será vivido
por cada uno, sea cual sea el devenir de los juegos de la conciencia, en el
momento en que el Fuego del Espíritu se revele en totalidad, como fue
ampliamente anunciado por Orionis en el momento de su encarnación, si preferís
el que fue llamado Bença Deunov, en sus últimas profecías.
El Último es a la vez beatitud y
al mismo tiempo trascendencia - donde no hay nada que trascender. Es la
trascendencia evidente donde todas las transmutaciones, al igual que los juegos
de la conciencia, no representan nada más que unos movimientos de expansión, el
ritmo de la vida, de expansión y de contracción.
Viviendo el Último, nunca más las
cosas pueden ser como antes. De hecho no hay ni antes ni después, sólo está lo
que podría ser calificado como la conciencia del instante o incluso Hic y Nunc,
Aquí y Ahora. Pero este aquí y ahora no es solamente el aquí y ahora de vuestro
emplazamiento de conciencia, sino que es el aquí y ahora de todo mundo y de
toda dimensión, donde ninguna forma es necesaria, ni siquiera la del cuerpo de
Êtreté. No se requiere ningún vehículo porque os volvéis entonces el vehículo
de toda conciencia, permaneciendo no obstante sin vehículo.
La Evidencia del Último no tiene
ningún corolario o similitud con la evidencia tal y como os aparece en vuestros
lenguajes y en vuestras discusiones. Porque esta Evidencia no se limita a los
conceptos, a las ideas, a las leyes de este mundo, ni tampoco a las leyes de
ningún mundo, ni siquiera a la ley del Uno. Esta Evidencia es verdaderamente lo
que podríais llamar, desde vuestro punto de vista, una reconexión final.
En el Último, ya nada es
necesario, lo que explica que algunas hermanas Estrellas hayan podido
permanecer durante años en el mismo estado. Habían venido tan ligeras que la
apariencia en este mundo encarnado era la densidad más extrema. La animación de
la vida - de su vida - había desaparecido; sólo quedaba la Vida, más allá de
esta forma.
El Último no se ocupa de escribir
o de estructurar sus pensamientos. Ellos emergen espontáneamente,
independientemente del conocimiento adquirido. Porque el Último está más allá
de toda definición como de toda energía, como de toda vibración.
El Último y la Evidencia del
Último son la vida en manifestación también para vosotros, siempre que tengáis
este cuerpo, donde todo podría ser llamado señal, sincronicidad y magia.
En el Último el corazón puede
pararse, el aliento puede pararse, el cuerpo puede disolverse, esto no cambia
nada. No hay ninguna pérdida ni ninguna ganancia. No hay siquiera una idea de
ganancia o de pérdida porque ninguna idea puede presentarse. Y sin embargo, es
ahí donde la Evidencia se vuelve más flagrante, es la única Verdad. Ni el
mundo, ni las Estrellas, ni el cielo, ni los Arcángeles, ni María, ni Jesús, ni
nosotros mismos los Ancianos, podemos disponer o actuar de ninguna manera sobre
esto.
La historia que os fue contada,
que habéis vivido y que todavía vivís, sólo sirvió, en cierto modo, de pretexto
para prepararos a dejar de prepararos a nada, disponibles para el instante Del
que vendrá como un ladrón por la noche.
No hay ningún dios, no hay ningún
diablo, no hay ningún Arconte, no hay ninguna Fuente. Sólo están los juegos de
la conciencia que se reconocen en este juego, o en todo juego, porque cada
juego es el suyo en la Unidad, y que todo juego se acaba un día, sea cual sea
este juego. Todo sucede en el mismo tiempo, porque el tiempo es una
construcción arcóntica que no existe.
El mismísimo baile de los cielos,
sea cual sea su majestad, sean cuales sean sus constelaciones y la historia de
sus constelaciones, no tiene ningún peso sobre la Evidencia.
El Último deja cualquier juego
libre, y no interviene ni en un sentido ni en otro. Deja para ello que las
conciencias jueguen sus papeles y sus funciones. El Último no tiene ninguna
polaridad, reconoce toda vida y todas las vidas, pero es mucho más que todas
estas vidas.
Así que si hoy, sin haber vivido
el Último sino que os habéis aproximado lo suficientemente, que sea por las
vibraciones, que sea por los contactos en la naturaleza, que sea por vuestras
lecturas o directamente por vuestra conciencia expandida, no hay ninguna
diferencia. Los marcadores de la Última Presencia y de vuestra vuelta al
Último, son todas estas palabras y estos conceptos que os han sido explicados
por los Ancianos en estas Crónicas. Que sea la Benevolencia, que sea la
Espontaneidad, que sean otros conceptos, hemos tratado de guiaros hasta el
lugar, si puedo decirlo así, donde no hay ni guías, ni Presencias, ni siquiera
vosotros mismos.
Las circunstancias del mundo se
cumplen desde hace unos años de vuestro tiempo terrestre para permitiros no ser
estorbados por lo que no es evidente, desde hace ya unos años, y de manera más
directa en lo que ahora está pasando. Os recuerdo que al Último no le atañe
esto, pero las circunstancias de este mundo y su historial de encerramiento
encuentran en el Último y en la Evidencia una resolución radical.
En el Último no hay pues ni
beneficio ni pérdida, no hay nada que ganar porque nada puede ganarse, todo
está ya adquirido. Pero lo que está adquirido no tiene el sentido de algo que
está poseído, sino más bien en el sentido de lo que está visto, porque lo que
está visto, está adquirido en la Última Presencia.
Unos instantes de Silencio antes
de seguir, con el fin de dejar a este Silencio instalar la Evidencia.
…Silencio
…
El Silencio es la antecámara, ahí
también, de la Evidencia. La Espontaneidad, cuando está vivida, sólo puede
tener como fuente el Corazón del Corazón, en la Última Presencia.
…Silencio
…
La Paz verdadera no puede
derivarse de ninguna circunstancia de este mundo, salvo la vibración del
corazón. La Paz se conjuga con la Evidencia, con la Alegría y con el Amor, más
allá incluso de su expresión, sin embargo muy real, en este tiempo de exteriorización
del femenino y del masculino sagrado.
…Silencio
…
Queridos hermanos humanos, en el
corazón y en la carne, os saludo ahora porque mis palabras van a espaciarse,
con el fin de dejar sitio a la Evidencia.
Os saludo en vuestra eternidad
como en vuestro efímero, sin ninguna diferencia.
…Silencio
…
Soy Hermano M, soy un otro tú,
soy el ser, soy el no-ser, y llevo hasta tu corazón la Evidencia del Amor y la
Evidencia del Último.
…Silencio
…
Acabaría con esta frase: « Desde
el Último, eres a la vez el observador, el observado y lo que no puede ser
observado. ».
Doy gracias por tu escucha, y te
doy la gracia por tu lectura.
…Silencio
…
El Fuego de la Tierra, como el
Fuego del cielo y como el Fuego de tu corazón, es la emanación de tu Verbo,
dándote a ver, más allá de toda mirada, el Último - que eres y que no eres-,
sin diferencia alguna.
…Silencio
…
Y ahí, no hay ni adiós, ni hola,
porque todo está ahí.
Dígnate en recoger el don de mi
Presencia como el don de mi Ausencia.
Hermano encarnado en la carne y
en el corazón, ama y haz lo que te guste.