EL IMPERSONAL
Parte 1
Noviembre 2016
Te
saludo y te bendigo, tú, en tu fase de renacimiento a la Eternidad. Vengo a ti,
como tú viniste a mí. En el mismo Silencio y en el mismo Verbo, nuestra
Presencia Una irradiada de belleza, de Gracia y de Amor.
Tú
que me escuchas, tú que me lees, me presento en ti, en la Gracia eterna del
Amor y en la sonrisa infinita de la expresión de la conciencia.
En
mis palabras, no busques ni sentido ni dirección, pero vive el instante de tu
Presencia. En la alegría del Corazón y en la dicha de tu renacimiento, vengo a
tu esencia a expresar la Gracia infinita de estos benditos momentos.
Entonces
déjame acogerte como tú me acoges, en la Gracia del instante. Déjate llevar por
la vibración del Fuego, déjate amar en el Fuego Ígneo, aquel que viene a quemar
todo lo que no tiene más lugar de ser, todo lo que está caduco y lo que no
tiene ningún sentido, excepto en el seno de lo efímero.
Me
dirijo a ti más allá de toda palabra, en tu intimidad y en tu verdad, llevando
a tus sentidos la Verdad Una de la conciencia y del Infinito.
Tú
que acabas y resuelves lo que pueda quedar en ti de ilusión y de sufrimiento,
descubriéndote entonces libre de todo movimiento, libre de toda creación, tú
cuyo renacimiento en curso libera finalmente los últimos lazos y las últimas
ataduras al sueño de este mundo, te invito a celebrar la Gracia del instante,
porque en esta Gracia todo está incluido, ninguna pregunta puede aflorar, sólo
la Evidencia se despliega y amplia la Presencia de tu corazón, en su Corona
elevada, que baila y canta el Canto de la Vida, y la Verdad del Verbo.
Pósate
en mí, a fin de que yo pueda depositar la llama de tu Sol, y la verdad de tu
luz, ahí donde no hay ningún espacio para lo que es oscuro, para lo que se
opone y se resiste, ahí donde solamente vive la Paz eterna, la que te colma y
te alimenta en cada circunstancia como en cada instante.
Te
bendigo en la Gracia, te bendigo en tu verdad, te bendigo en tu inmortalidad.
Tú
que entregaste a tu esencia, a la esencia Una de la Fuente, canto en ti el
canto de la Salvación, el canto de la esperanza, que no se sitúa en ningún
tiempo ni en ningún futuro, sino más
bien en este instante de consagración, donde lo sagrado está por todas partes,
mientras que tú estás en todas partes, y en ninguna parte. Cada lugar es tu
casa, cada dimensión es tu alegría, cada forma es la expresión de tu Libertad.
En
este lugar donde ningún arma ni ninguna discusión puede ser de alguna utilidad,
en este lugar donde tus vestiduras de Luz destellan por la Gracia del Amor,
despliego tu Verdadera Luz, a fin de que ésta sea la Luz de cada uno, en la
misma Verdad donde ningún idioma es necesario, donde sólo el destello de tu
mirada y la fuerza de tu sonrisa es la Verdad.
En
la Luz Una, también renazco en ti, haciéndote permeable y sensible a lo que es
luminoso, aplicando un bálsamo sobre lo que pueda quedar de difícil en tu
cuerpo, como en lo que queda de tu persona.
Por
la Gracia del Fuego Ígneo que acojo en ti y para ti, elevo tu Corazón allí
donde la Morada de Paz se vuelve el éxtasis permanente, la indecible mordedura
del Amor, retirándote de todo yugo y de todo sufrimiento.
Volviéndose
así el Sol de la Vida, el Sol del Amor, ahí donde estas engalanado de las joyas
interiores de tu cuerpo de Êtreté, donde las últimas Puertas se abren de par en
par, por el Fuego Ígneo, el de la Verdad que no sufre ninguna crítica ni
condición.
Entonces
te repito, mi amigo mi amado, acuérdate, no de cualquier pasado, sino acuérdate
de tu eternidad. Acuérdate de tu forma original, esta lengua de Fuego que ha
construido los mundos, que ha construido la experiencia en toda dimensión.
Los
atributos de tu corazón nunca serán los atributos de tu cuerpo en este mundo.
Ya es hora de despertarte, de salir del sueño de la vida en este mundo, ya es
hora de elevarte y de despertar a ti mismo. Esto se hace en el instante, porque
ahí todo concurre, tu Presencia como mi Presencia. La iluminación de este mundo,
en sus mecanismos ocultos, aparece a la luz, no dejando más espacio para la
menor máscara o la menor ilusión. Entonces resplandeces en tu propia Presencia,
deja al Fuego del Amor en sus diferentes componentes elevarte siempre más en lo
indecible de tu Corazón.
Aquí
donde estamos está la Eternidad, ahí donde nos encontramos, todo es libre y
todo se mantiene a sí mismo por el cemento de la Verdad y de la conciencia,
donde ninguna dureza puede trabar más cualquier expresión de la misma
conciencia.
Entonces,
mi amigo mi amado, recibe tu deuda, recibe tu verdad. En este instante, como en
cada instante, puedes quedarte en Esto que es todo, que eres y que soy, como
cada uno de nosotros somos.
Mírate
a ti mismo, sin retroceso ni pesares, porque tienes todo por ganar
reencontrándote en tu totalidad y en tu felicidad.
En
el Fuego del Corazón te revelas, igual a ti mismo, en toda eternidad como en
toda dimensión. Entonces acojamos juntos el Principio de Vida, a fin de que el
ardor del Sol se haga permanente e inmanente.
Incorpórate,
mantente recto, porque eres, en tu Eternidad, lo que nunca ha podido ser
desviado.
Descubre,
en tu magnificencia, la humildad de tu persona, simple soplo de viento que
amaina cada vez, y quédate ahí donde nunca puedes apagarte, ahí donde jamás
puedes debilitarte.
En
la Gracia inmaculada del Amor, eres tal como el rayo del Sol, revelándote y
despertándote en Cristo. La claridad se hace, el día toca a su zenit, y en ese
día, nunca más la noche podrá caer, ni incluso ser pensada.
Ve
más allá de mis palabras que sólo son las notas de la sinfonía que se tocan en
tu templo, como en este mundo.
Atrévete
a mostrar la Verdad que eres, atrévete a mostrar lo que eres, no con palabras,
ni con gestos, sino con la Gracia de la evidencia de tu Presencia.
Escucha.
Escucha y recibe esta sinfonía de Luz que pone final a todos los cultos, a
todas las creencias y a todos los encierros. Esto está aquí, no en tu destino venidero,
sino que esto está aquí, en este instante, donde no hay más distancia entre tu
efímero y tu Eterno. Nada más puede ser separado y todo se une en la misma
Alegría y en la misma Evidencia. Sólo depende de ti de abrir tu Corazón, de
abrir tus manos, de abrir tus ojos y tus oídos, a fin de percibirte, a fin de
sentirte en tu esencia y en la verdad de tu Ser.
En
este espacio donde estas, éste se hace sagrado, porque tu Presencia es
consagración y Gracia.
Reúnete
y reunifícate.
El
Verbo se despliega, el Espíritu te alumbra, y el Fuego Ígneo te consume. Tal es
la mordedura del Amor que nunca se apaga, y que jamás se limita.
En
cada punto de este cuerpo donde estas alojado, el mismo Fuego, la misma Evidencia,
la misma Presencia, ahí donde no existe ninguna diferencia, ahí donde sólo está
la esencia.
Deja
finalmente sonreír a tu Corazón porque la sonrisa del Corazón es el perdón que
te das y que das alrededor tuyo y sobre todo allí donde no lo has dado. Así,
por tu Corazón elevado y sonriente, pones final a la ilusión de la persona, a
la ilusión de las imágenes.
Vacíate
de todo lo que te molesta, en cualquier parte de tu cuerpo y en cualquier
escondrijo de tu conciencia; no hay más espacio ni plazos para lo que resistió,
para lo que se ha creído. Sólo queda la desnudez de tu Presencia, ahí donde
ningún artificio te puede desviar.
Déjate
llamar por tu cuerpo de Êtreté, déjate llamar por el Manto Azul de la Gracia.
No retengas nada, no hay nada a retener.
Suelta
los amarres. El momento ha llegado de atravesar y de atracar en tu Eternidad,
en cualquier forma que quieras, en cualquier dimensión que tu conciencia
explore. Que esto sea con los ángeles, que esto sea con las hadas, que esto sea
entre cada uno de ti, deja la Espontaneidad y la Evidencia tomar el paso sobre
toda explicación, sobre toda interrogación. En esta Evidencia, no hay más duda, en esta Evidencia, nada puede faltar.
Así, en ese instante, permanece para siempre lo que Eres, más allá de toda
apariencia, más allá de todo juego.
Llénate
y despierta la totalidad del Fuego Ígneo, forjando a tu Ser por la Gracia del
Espíritu y del Verbo. Permanezcamos ahí.
…
Silencio …
Deja
a tu conciencia reunir el centro de tu Corazón elevado. Ahí está lo Inmutable,
ahí está lo Infinito y lo Indefinido, previo a tu conciencia.
Deja
a tu Corazón sumergirse en la Nueva Eucaristía, deja a tu Corazón manifestarse,
deja a tu Corazón volverse esta antorcha que lleva la Luz a cada Universo, a
cada mundo.
Tú
que eres don de Vida y don de la Vida, deja el don establecerse, porque lo que
das te es devuelto al céntuplo; tal es la Gracia de la Ley del Uno, la ley del
Amor donde toda experiencia es posible, pero que siempre te devuelve a lo que
Eres, que nunca falla, que nunca se debilita.
Dondequiera
que estés, te encontré. Dondequiera que estés, me instalo en ti.
Así
se establece en ti no solamente la Gracia, sino el perdón perpetuo a toda
ofensa a la Vida, que fuese creada por ti, o creada por quienquiera.
Cada
uno es absuelto, cada uno es Libre. Deja crecer este Fuego, es tu Dicha
perpetua.
Tal
es el Fuego del Amor, aquel que te recorre, aquel que vives.
Cualesquiera
que sean los efectos en el seno de tu templo y de tu efímero, lo importante es
tu Eternidad, lo importante es la Llama de Vida y de Amor que baila y centellea
en todos los mundos como en el Absoluto.
Deja
las Puertas de tu cuerpo abrirse a la Libertad, deja las Puertas de tu cuerpo
obrar para tu ascensión y a tu Libertad. Es la hora de la salvación, la hora de
tu nacimiento. Escucha lo que el canto del Amor le dice a tus oídos en este
momento. Escucha lo que el Fuego Ígneo canta recorriendo tu cuerpo y tu
Corazón. ¿Qué puede ser más importante que esto? ¿Qué más puede ser necesario,
en la plenitud de tu Corazón elevado, en su sonrisa y en su emanación?
En
este tiempo de la Tierra donde el cielo se casa con la Tierra, como tu
masculino se casó con tu femenino, devolviéndote a tu andrógino, a la Unidad y
a tu belleza, déjate nombrar solemnemente por cada uno de los Corazones aquí
presentes, como cada uno de los Corazones que escuchan o leen. No hay más
distancia, no hay más tiempo, no hay más plazos. El Amor llama a tu puerta de
todos los modos posibles, aboliendo toda distancia, aboliendo todo sufrimiento.
Quédate
ahí, con cualquier obligación o contingencia de tu mundo, esto es desde ahora
sencillo y fácil. No puede haber dificultad en otra parte que en lo que todavía
piensas, en resonancia con este mundo que no es tu mundo. Digas lo que digas,
pienses en lo que pienses, escojas lo que escojas, tu Reino no es de este
mundo; entonces te invito a verte siempre más profundamente e intensamente.
Tú
que en realidad nunca has nacido, nunca te fuiste, tú que estas aquí, en la
rectitud y en la ligereza, te envío mi oración que no es más que la tuya.
En
mis silencios, como en mis palabras, está el Verbo que te revivifica y que te
restituye tu totalidad.
Pósate
simplemente porque ya llega el tiempo de la Gracia y el tiempo de la Eternidad,
poniendo fin a todo pesar, como a lo que pueda quedar de ilusiones y de
creencias. Tu mismo cuerpo, bañado de Luz y de Fuego, se forja en la
Transparencia y en la Evidencia. Cuerpo de Êtreté, Corazón de diamante.
Desde
ahora en adelante la mecha se consume, la que pone a fuego tu vehículo ascensional.
Recubierto
de tu diadema de las doce Estrellas centelleantes, quédate en paz porque aquí
sólo hay Paz. Todo es contentado, todo
es satisfecho.
Así
concluye tu transición, así se realiza tu resurrección, ahí donde no hay más ni
barrera ni distancia, ni separación. En la Unidad de la Vida, en la Unidad del
plano de la Resurrección, eres acogido con la medida a la que te acoges. Y el
Amor no se mide, entonces no midas nada. No hay nada que pesar, ni a sopesar,
ni a juzgar, sé simplemente feliz de estar aquí.
Cualquiera
que sea la edad de tu cuerpo, cualesquiera que sean sus heridas, ellas también
serán quemadas por el Fuego del Amor. No retengas nada, no refrenes nada, se
simplemente aquí.
…
Silencio …
Estoy
contigo en Eternidad, y por los siglos de los siglos. Que sea contado en este
mundo o en todo mundo, el tiempo no tiene longitud, el tiempo no tiene
duración. El mismo espacio no conoce ni distancia ni obstáculo. Estas en todas
partes, pues eres omnipresente y eres el todo.
En
el Fuego del Espíritu, el Amor te llena.
Amate
y ama a cada uno, sin moderación y sin marco, porque el Amor es libre y el Amor
te hace Libre. Esta Libertad, que te es desconocida en este mundo cerrado,
despliega su majestad y su precisión. Vívelo porque aquí no hay más preguntas
ni más interrogaciones, porque aquí todo es verdad, todo es auténtico.
Acoge,
en cada una de tus Puertas, en cada uno de tus centros de conciencia, en cada
uno de tus chacras, como en la diadema que ciñe tu frente y tu cabeza. Acoge...
Eres
mucho más que todo lo que pudiste imaginar o proyectar. Eres mucho más que todo
lo que podrías pensar, y mucho más que todo lo que podrías vivir en este mundo
como en todo mundo.
Eres
mucho más que el conjunto de los Soles de todas las dimensiones y de todos los
sistemas, porque eres mucho más que el conjunto de los Universos y Multiversos.
Eres simplemente la Verdad y la belleza.
Esta
Libertad que no depende de ningún atributo, ni de ninguna forma, ni de ningún
límite, está ahora presente en su totalidad. Te basta con mirarte más allá de
toda apariencia y de toda historia, en la inmutabilidad de tu Corazón del
Corazón. No hay nada a buscar, solo hay que estar de acuerdo, de encontrarte, y
allí posarte.
El
Fuego actúa por sí mismo, por su inteligencia. No puede ser controlado ni
desviado. Es el Agua viva de Vida, es el Fuego de Vida, animado por el Aire y
el Éter, imprimiéndose en el Agua de la forma.
De
dondequiera que vengas, cualesquiera que sean tus constituyentes, incluso los
más sutiles, hasta los más diversos, sólo hay la Verdad verdadera, sólo hay la
Verdad que es, que fue y que será.
Déjame
llevar a tu Corazón el soplo del Espíritu, déjame llevar a tu Corazón el soplo
de Vida.
Ahí
está tu majestad, ahí está tu grandeza. Ella no está en la forma que llevas en
este mundo, ni en tus experiencias, ni en tus vivencias en este mundo que, en
definitiva, son sólo fatuidad y polvo. Estas forjado en la Eternidad del Amor,
todo el resto sólo pasa y vuelve a ser polvo. Tú nunca pasarás y nunca te
apagarás. Así es la Vida, así es el Amor. Tú que eres Vida en el Amor, y el
Amor en Vida, te invito a abrirte, más allá de toda razón, más allá de todo
límite, más allá de toda forma. Déjate traspasar por la espada de la Verdad,
por la espada de Mikaël, por la Llamada de María.
Déjame
amarte tal como siempre fuiste y tal como siempre serás.
Deja
el Verbo elevarse, aquel del primero como del último sonido. Deja el Verbo
animarte en vez del fuego vital del deseo y de la pasión en este mundo, que
sólo es una brizna de paja delante de la pasión por la Verdad y la pasión del
Amor. Percibe en las diferencias, percibe la evidencia, todo lo que pone final
en ti a la duda y a toda proyección, y quédate aquí donde estoy.
Cualquiera
que sea la quemadura de tu corazón, cualquiera que sea la mordedura, sólo se
trata del Amor, sólo se trata de la belleza y de la ligereza. Déjate amar,
déjate vivir, porque en el Amor todo está en orden, y todo es justo. No puede
haber allí ni desviación, ni error, ni impaciencia. Todo está allí, todo está
despierto. Obsérvate. Mírate en este Fuego del Amor que te devora y que te
devuelve a tu Libertad.
No
pongas más límites a la expresión de lo que Eres, no pongas más marcos ni
referencias al Amor que Eres. Recuerda, el Amor incondicional no puede ser
tomado ni fijado en cualquier forma que sea; él es libre, y tú eres esa
Libertad para siempre reencontrada.
Aliméntate
de este Fuego del Amor. Él colma todas las necesidades, todas las faltas, y te
sacia más allá de todo límite. No busques, porque Eres lo que creíste buscar, y
siempre lo fuiste, simplemente el alumbramiento no era tal vez, suficiente para
verte tal como Eres.
En
estos tiempos de la inminencia, nada más puede ser escondido, y lo sabes; nada
más puede ser desviado, ya lo viste.
Deja
tu mirada y tus ojos hablar el lenguaje del Amor, el lenguaje de la Verdad.
Deja tus manos transmitir este Amor en cada parcela de ti, como en cada uno.
Así, permaneces libre y disponible, guardaste tu casa limpia para Aquel que
viene como un ladrón por la noche, para Aquella que va a llamarte, a su turno a
tu resurrección, a su terminación, a su culminación. Sigue disponible para lo
que es esencial y no para las futilidades de este mundo. Cualquiera que sea tu
apego residual, cualesquiera que sean tus lazos, cualquiera que sea tu
atracción a la materialidad, mira. Mira tu verdad. ¿A qué puede ser comparado o
medido? El resto sólo es insignificante, el resto es lo que sólo pasa, y jamás
dura más allá del nacimiento y la muerte. Nunca has nacido, en realidad, y
nunca conocerás la muerte, cualquiera que sea lo que tu conciencia desea vivir,
cualquiera que sea tu emplazamiento, en cualquier forma que adoptes.
Escucha.
Escucha el canto del Verbo que baila en tu corazón, saludando a tu Eternidad,
saludando a tus Estrellas, saludando a tus Puertas, y deja así seguir arder lo
falso, sin pesares ni ataduras.
Tú
que eres el Amor, ningún sufrimiento puede alcanzarte, cualquiera que sea el
estado de tu cuerpo. Si hay sufrimiento, entonces deja el Amor tomar todo el
espacio, nada debe ser excluido y nada puede ser quitado.
…
Silencio …
En
la Llamada de María, olvidarás toda forma, toda historia. Solo quedará entonces
la Luz que eres, no apoyándose ni en el tiempo, ni en el espacio, ni en la
menor forma, acabando así la gran obra de tu resurrección, concluyendo así el
conjunto de las Bodas que has vivido en estos tiempos de la Tierra.
Deja
la música de la Vida llevarte en esta ronda infinita.
No
pongas límites en lo que se vive en el instante, no pongas frenos, no pongas
condiciones. Realiza la Libertad que Eres. No necesitas de palabras, no
necesitas ni coartada ni justificación, Eres eso. No hay más distancia, no hay
más camino.
Bajo
hasta tus pies el Fuego Ígneo, lavando tus pies de toda mancha y de todo resto
de este mundo.
Estas
bendecido – de manera perpetua. No hay más distancia, no hay más plazo, todo es
ahora. Velo, y acoge, mucho más que el don de la Gracia, mucho más que las
bendiciones. Ahí está la Verdad, ahí está el Amor. No hay nada a proyectar, no
hay nada a querer, no hay nada que hacer, solo Ser. No hay esfuerzo que proporcionar,
solo tienes que soltarte, al mismo tiempo que te tiendes hacia esta Eternidad.
Y
ahí te aparece tu llama de Amor, la llama del Cristo, la llama de los
Arcángeles, la llama de los pueblos de la naturaleza, que todos celebran la
Vida y tu resurrección. Y ahí donde permaneces, donde me encuentro, todo es
transparente, todo es justo, y todo es perfecto.
Deja
a tu corazón vibrar a la cadencia que es la suya.
En
tu eternidad, no hay nada a mantener, no hay nada a alimentar, no hay nada a
perder ni nada a ganar, hay solo una evidencia del Amor.
Déjame
llevar el Fuego Ígneo a tu Corona de la cabeza, a fin de hacer brillar de mil
fuegos tus doce Estrellas.
Déjame
llevar hasta tus miembros el Fuego Ígneo. Déjame llevar a cada uno de tus sentidos
el Fuego Ígneo, dándote así a ver más allá de la apariencia de los sentidos.
Acepta
el don de la Vida, acepta el don de la Eternidad, acepta esta Evidencia.
Instálate en la Dicha que jamás se puede marchitar. Instálate en la Dicha que
es vivificada en cada soplo.
Déjame
amarte, sin medida alguna, sin límite alguno, sin condición alguna. Del mismo
modo, reclamo tu Amor, reclamo tu Llama.
…
Silencio …
El
conjunto de los tiempos de esta Tierra están cumplidos. Esto no sufre más
plazos, hay inminencia. La Verdad se despliega. No escondas nada, incluso las
cosas que puedan todavía parecerte vergonzosas serán quemadas en el mismo fuego
de alegría, en la misma evidencia, en la misma ligereza. No guardes ningún
peso.
Déjame
amarte, sin moderación ni cálculos, ni ventajas, ni pérdidas.
…
Silencio …
El
Fuego Ígneo, cada vez más intenso, te lleva al Corazón del Ser, al Corazón de
la Vida, al Corazón del Amor.
Tú
que nunca has nacido, tú la llama primordial, tú el Andrógino Primordial, se
resuelve en ti todo lo que todavía pueda parecerte por resolver, no por ti mismo,
sino por la facilidad del Amor.
El
Verbo se hizo carne, y la carne regresa al Verbo. No hay nada a perder. No hay
ningún pesar ni ningún miedo. Elevemos juntos el Fuego del Éter, no el del
sufrimiento, sino el del Éter de Vida que pone final a todo sufrimiento.
Deposito en tu copa el matrimonio místico con tu Eternidad, y el Amor sella en
ti, el sello de la Libertad, y el sello de la Dicha que no puede ser reprimida,
ni entendida.
Bendigo con el Fuego Ígneo tu
Canal Marial, haciéndolo permeable por completo a los mundos de Luz, a los
mundos unificados. Hago permeable tu Canal Marial a la presencia de María, en
la densidad de su Llamada y en su liviandad de Madre que sabe que nada puede
suceder a sus hijos eternos.
Deposito también en ti, mediante
la Gracia del Fuego Ígneo, el canto de la Resurrección, el canto de las
Trompetas, en tus oídos.
Deposito en ti el poder del Verbo,
donde ninguna palabra puede derivar, donde ninguna palabra puede traicionar,
donde ninguna palabra puede mentir.
Entonces todos juntos, fuere cual
fuere el día, fuere cual fuere la hora en que me oyes o me lees, en cada
instante comulgamos juntos, en el mismo Fuego de Amor.
Esto se da ahora.
… Silencio…
Mi amigo, mi amado, se te hizo un
juramento. Es hora de recordarlo, es hora de vivirlo. No hay obstáculo que
valga ni que pueda resistir ante este Fuego de Amor, ante este baño de Amor.
Acoge. Acoge la Luz Una e indivisible
en tu unidad y en tu verdad.
Te acojo del mismo modo, sin
límite y sin restricción, en el templo de mi Eternidad.
Eres convidado a tu renacimiento,
eres convidado a la ascensión de la Tierra y a tu liberación. No hay más plazo,
no hay más espacio, no queda nada que contar ni que calcular, y me inclino ante
ti, dando gracias por tu llama, dando gracias por tu sonrisa y por tu mirada de
luz.
Y ahí ni siquiera es necesario que
te vuelva a decir que te amo pues lo experimentas.
Y ahí mis palabras de nada sirven
a no ser que sirvan para marcar el ritmo de la sinfonía del Amor. Palabras que
pronuncio yo y que podrías tú también pronunciar y que no son sino el vehículo
de la pureza, el vehículo del Amor y del Verbo.
Entonces derramo en ti, como lo
hace Teresa, una lluvia de gracias que te cubre. Úsala bien. Alimenta
tu Fuego, ilumínalo, revélalo al mundo.
… Silencio…
Estás conmigo por la Eternidad.
Permite que deje el Silencio ahora
proseguir la obra en curso en estos instantes a fin de que te recojas en tu
intimidad previamente a que retome la sinfonía de mis palabras.
… Silencio…
Y ahí, en la plenitud de este Silencio,
estás vivo y libre. No con la libertad de hacer lo que te plazca sino más bien
con la libertad de ser lo que eres en verdad.
… Silencio…
En tu corazón de Fuego no hay nada
que proteger, no hay nada que ocultar.
… Silencio…
Mientras canta en tus oídos y en
tu corazón el canto de la Resurrección, me complazco en presenciar eso. Comulgo con tu llama de Amor. Comulgamos juntos con la Verdad
Una.
… Silencio…
En este instante la risa de tu
corazón se devela ante este mundo, en este mismo instante en que tu Realeza te
es develada.
… Silencio…
En este instante todo se ha
cumplido; en este instante nada falta; en este instante estás libre.
… Silencio…
En este instante la libertad del
Amor es lo que eres. En cada instante puedes dar nuevamente con eso, fueren
cuales fueren las circunstancias. En la agitación del mundo como en el silencio
de tu corazón está el mismo Fuego, la misma intensidad de Amor.
En cada instante naces de nuevo.
… Silencio…
Acoge. Acoge y deja fluir. No cojas nada. Déjate atravesar, déjate fecundar,
déjate vivificar por el corazón. Déjate amar por la verdadera Vida.
… Silencio…
Déjate anclar en el Amor y en la
Eternidad.
… Silencio…
Y ahí, en este instante como en
cada instante, estás colmado y saciado.
Saciado con Gozo, saciado con Amor.
¿Qué más habrá que anhelar? ¿Qué más habrá que esperar? ¿Qué más hará falta?
En esta armonía se perfilan los
contornos de tu libertad, en esta armonía el Verbo canta en ti. Busques donde
busques, pienses lo que pienses, no queda nada que anhelar, no queda nada que
esperar y no queda nada que temer tampoco. El Fuego del Amor quita toda duda y
todo miedo a lo que te parece desconocido y sin embargo es conocido tuyo de
toda eternidad. No, no hay nada que
temer. Solamente
corresponde decir que sí. Sí al Amor, sí a la Vida. Y tu corazón no sabe decir que no. Solamente sabe decir
que sí.
Entonces me dirijo a ti en este
instante en que me oyes, en que me lees. Deja que el Amor resuelva todo miedo,
deja el Fuego poner fin a lo efímero. No hay mejor forma de preservar tu llama
ante las dudas de este mundo. El
Fuego pone fin a las dudas. El
Fuego pone fin al miedo.
Te hablo desde tu corazón. Te
hablo en la intimidad de tu corazón. No hablo sino de ti.
… Silencio…
Y ahí sé que me oyes, sé que
comprendes mis palabras, mis silencios y mi Verbo pues no son sino tú. Y esto te es conocido de toda eternidad. Y esto te
pertenece desde siempre y para siempre.
Permite que nutra tu Fuego con mi Fuego que es el mismo
Fuego. Entonces
comulguemos juntos en este instante.
Entonces vivamos esto pues estamos
más allá de todas las reglas de todo juego. Somos el Amor y somos la Verdad y
entonces nada puede ser disfrazado.
… Silencio…
Déjame amarte, permítetelo. Tú que has renacido en la
Luz-Cristo, en la Luz Una, te bendigo. Cada una de mis palabras y cada uno de mis silencios
son la bendición del Verbo y del Amor.
No hay otra cosa que ver que no sea
la intensidad del instante.
Entonces te digo « sí »
a tu Amor, como tú dices « sí » al Amor que eres.
… Silencio…
Y llevo a tu corazón el Fuego de
Vida. Y llevo a tu corazón la indecible Verdad. Y llevo a tu corazón la llama
de tu eternidad.
Oye y recibe el Verbo de Fuego, el
Agua de Vida, el Éter de Vida. Ahí
está tu Reino. Ahí está tu Realeza, aquélla del Cristo resucitado.
… Silencio…
En este instante las palabras
dejan de ser necesarias pues hablamos de corazón a corazón, de un corazón a
otro. Hablamos el idioma del Amor. Cantamos
el Gozo. Cantamos la Verdad.
… Silencio…
Oye lo que dice tu corazón, en tu
silencio interno. Oye el inefable canto de la Libertad. Oye el himno al Amor
que resuena en toda dimensión y en todo mundo. Oye la belleza que emana de ti. Oye el canto de alegría
de aquél que resucita. Oye lo que eres.
Así es el canto del Amor que canta
el Coro de los Ángeles en cada nota metatrónica, en cada creación, en cada
experiencia.
… Silencio…
Tu corazón conoce y reconoce todos los corazones. No hay diferencia, no hay
distancia pues cada corazón es único y sin embargo idéntico. Eres más allá de
las apariencias, más allá de lo que puede medirse, de lo que puede definirse,
de lo que puede explicarse. El Amor se basta a sí mismo, no requiere
demostraciones, no requiere palabras, no requiere justificaciones. Entonces oye y acoge nuevamente.
En nombre tuyo, en nombre mío y,
sobre todo, en nombre del Amor, la Verdad queda establecida.
… Silencio…
¿Qué puede decir todavía tu
conciencia limitada que se apaga frente a lo que es tan vasto, tan grande y tan
bello? Nada podrás reprimir
ni ocultar en el Amor incondicionado. Aquel Amor no pide sino parecer, no pide sino ser, en cada instante de tu
vida, en cada despertar como en cada dormida, en cada mirada, sin diferencia de
persona, sin diferencia de intensidad, sin juicio y sin prejuicio.
Ve eso con el corazón.
Entonces ahora te bendigo
nuevamente y deja que opere el Fuego del Amor, el Fuego Ígneo, en el silencio de
mis palabras y de tus palabras. Comulguemos nuevamente en la Gracia del Único.
Comulguemos nuevamente en lo desmedido. Comulguemos juntos en la Libertad.
Comulguemos juntos en la unidad del Amor.
… Silencio…
Bendigo tu Presencia y acojo tu
bendición. No hay más distancia, no hay más plazo. Y doy gracias a tu
resurrección y a tu libertad.
… Silencio…
Me inclino en ti.
… Silencio…
En nombre del Cristo y en tu
nombre de Eternidad te doy gracias y agradezco tu atención y tu presencia, tu
belleza de corazón y la verdad de tu sonrisa. Bendito seas. Una lluvia de gracias te cubre ahora. Te amo y dejo de hablar y de
marcar silencios. Vuelvo a
colocarme en ti. Siempre
estoy ahi, siempre he estado ahí y siempre estaré.
Te dejo ahora. Abre los ojos cuando quieras en este mundo en que estás colocado pero tu
mirada no podrá ser la misma pues es el corazón el que mira este mundo y ya no
tu persona. Te doy gracias y te
saludo.
***